martes, 2 de noviembre de 2010

La Flor de la Diamantina - Parte 1

Se dice que hace quinientos años atrás, en un remoto pueblo de China llamado Hijiri, habitaba una flor única en el universo, a la que llamaban La Flor de la Diamantina, por poseer pétalos como cristalinos diamantes, rocío de la más fresca y pura agua, y un tallo poco peculiar, de color azulino con pequeños destellos como doradas estrellas.
Esta bella flor habitaba en un enorme y majestuoso jardín, perteneciente a la sobrina del rey de China, llamada Ayame, que había sido apartada del pueblo, habitando una pequeña isla en uno de los lagos del pueblo, dentro de El Gran Bosque Niagara. La isla, nombrada Tierra de las Estrellas por los aldeanos del pueblo, bastaba para sostener aquel enorme jardín y hermosa casona, construida con columnas de marfil, cortinas de seda y balcones construidos con piedra de Las Montañas del Oriente.
La Flor de la Diamantina, provenía de las Montañas Sagradas de China, donde habitaba el arbusto de las Flores de Diamantes, cuyas raíces se nutrían con las lluvias y se contentaban con los rayos del sol. Todas aquellas flores poseían la virtud de conceder deseos, pero se debía rendirle tributo a los dioses que alimentaban aquel arbusto sagrado, que involucrasen los cuatro elementos del universo: fuego, aire, tierra y agua, para lograr ser dueño de una de ellas. De esta manera, Ayame logro conseguir los cuatro elementos especiales, representantes del universo, y le fue concebida la Flor de la Diamantina, la única flor que se destacaba del resto, y la única en la historia. Durante años, muchos caballeros, peones, aldeanos y sirvientes, escalaron aquellas montañas en busca de alguna de esas flores, y murieron en el intento, ya que era un camino muy arduo, y si se pedía el deseo correcto, los dioses actuaban, obsequiándote alimento y agua, y otorgándote las fuerzas necesarias para volver.
La misión de Ayame, era cuidar aquella flor durante toda su vida y no pedirle deseos ambiciosos; así, al morir, seria bendecida apartándosele el lugar mas magnifico del cielo. Ella, al ser una muchacha pura de alma y corazón, no tuvo muchos inconvenientes para seguir aquella misión. Ni siquiera las tentaciones del infierno lograban desviarla de su camino, hasta el día en el que conoció a Koga.
“Cuenta la historia de los cien dioses y mil ángeles, que hace ocho años, durante una noche en la cual la atmósfera era como una cortina de seda sobre la bruma, y las flores lograban aclarar hasta la mente del demonio mas maligno, una pequeña corría por su vida dentro de El Bosque Sin Retorno. Aquel bosque, haciéndole honor a su nombre, estaba completamente habitado por demonios. Ni hasta el humano más valiente con la espada más filosa, lograba salir de aquella tempestad con vida. Es así, que esta niña llamada Ayame, al poseer tan solo ocho dulces e inocentes años, desconocía el terror que acechaba aquel bosque día y noche.
En su recorrido a lo largo del bosque, Ayame había hallado unas preciosas flores, las cuales poseían el aroma de los lirios, los pétalos de una rosa y el tallo como el de un jazmín, cuando cinco monstruos aterradores y escasos de comida la encontraron. En la persecución, Ayame no lograba soltar aquellas flores, como si hubiera un fuerte vínculo que las ataba. La niña cae rendida al suelo al tropezarse con unas raíces, cuando los monstruos la rodearon, listos para matarla. Ayame estaba aterrada, no sabía que pasaba, lloraba por instinto sin saber por que. Uno de los seres agito su garrote hacia Ayame, cuando los monstruos son gravemente heridos por un demonio lobo. Pero no era un demonio cualquiera, sino que era un Hanyou, un semi-demonio que poseía sangre humana como de demonio, por ello, había decidido salvar a Ayame. Este hombre lobo resultaba ser el líder del clan de los demonios lobos del Este, y su nombre era Koga. La cargo en su espalda y la llevo hasta su aldea. Cuando estuvieron en la isla que habitaba Ayame, ella le regalo las flores que había encontrado y el le dio una cadenita que tenia como recuerdo de su madre. Esta fue la razón por la cual Ayame jamás logro olvidarse de Koga, el hombre lobo que le había salvado la vida”.
- Esa es la historia que recorre los alrededores sobre esta niña, que se dice que es la sobrina del rey de China, y que vive en un pequeño pueblo llamado Hijiri – Comentaban dos aldeanos de una aldea vecina a Hijiri.
- Si, también se comenta que aquella noche, Ayame le pidió a La Flor de la Diamantina volver a ver a Koga, y la flor se lo concedió. Aunque cada vez los deseos de Ayame eran más continuos y egoístas, entonces los dioses la reprimieron convirtiéndola en una mujer lobo, y quitándole La Flor de la Diamantina, por lo que fue apartada de Hijiri y nadie posee el derecho de observarla. El rey la mantiene escondida por temor a que sea enviada a El Bosque Sin Retorno, como a casi todos los demonios. Muy pocos son los que han logrado escapar de las garras de ese bosque.
Estos aldeanos, sin darse cuenta, estaban siendo oídos por Koga, por lo que salio en busca de la joven Ayame, ya que el tampoco se olvidaba de aquella noche en la que se habían conocido, y deseaba volver a verla. Como era muy veloz, logro llegar a Hijiri en dos horas, en el punto justo de atardecer. Incansablemente busco en todos los rincones del pueblo, hasta que halló el Gran Bosque Niagara, se introdujo en el y encontró el lago que sostenía la isla en la que habitaba Ayame. Pretendía nadar para llegar, pero noto una gran distancia y además estaba verdaderamente fatigado, así que opto por trepar hasta la punta de un pino y desde allí, saltar.
Al caer, Koga tropezó con un ceto de dos metros de alto y luego cayo sobre la fuente principal del jardín. Provoco tal estruendo que la mascota de Ayame, Kirara, salio al patio para cerciorarse sobre la situación. Al notar que era Koga, una sonrisa cubrió su rostro y entro enseguida a la casona. Pocos minutos después, apareció Ayame en uno de los balcones y desde el, salto hacia donde estaba Koga.
- Ya lo debes haber notado – Le dijo Ayame mirándose, a Koga.
- Si, lo note, pero… ¿Cómo fue que sucedió?
- Los dioses al notar la intención de mis continuos deseos me castigaron, convirtiéndome en una mujer lobo y quitándome la Flor de la Diamantina.
- Y, ¿Qué sucedió con la flor?
- Volvió a su lugar de origen, al arbusto en las Montañas Sagradas.
- De acuerdo, entonces… - Koga se frotaba la barbilla, estaba muy pensativo. – Hay que recuperarla.
- Pero, tú conoces los peligros y dificultades que hay que sobrepasar. Tu mismo lo intentaste, y aun así con tus habilidades, casi mueres.
- Tu solo confía en mi – Le dijo Koga a Ayame con una sonrisa calida que hechizo a Ayame. Cuando salio de aquel trance le respondió:
- De acuerdo. Partiremos mañana apenas salga el sol. Quédate aquí durante la noche, así evitaremos desencuentros que nos atrasen.

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